Después de la sentencia del Tribunal Constitucional.
¿Cómo estamos y, sobre todo, cómo está España después de la sentencia del Tribunal Constitucional? La respuesta es clara: España está mucho peor.
Está peor el propio Tribunal Constitucional que ha sufrido un desgaste irreparable tras su lentitud y tardanza para resolver una cuestión que entraba dentro de sus más estrictas competencias y que, al fin y a la postre, ha tenido que concluir con un bajonazo político de dudosa ejecución y por el que se ha ganado ante la opinión pública una manifiesta reprobación.
Está peor nuestra Constitución y la viabilidad funcional del Estado Autonómico que sufre con el nuevo Estatuto un ataque desconsiderado que lo deja inservible y necesitado de una profunda revisión para que España sea gobernable en el futuro.
Está mucho peor Cataluña que arde en soflamas independentistas y soberanistas aún y después de haber obtenido parte del botín que el nuevo Estatuto le va a proporcionar.
Están decididamente peor los dos grandes partidos nacionales que se empeñan en no lograr un Pacto de Estado que estabilice la vida española y siguen enzarzados en una estéril rivalidad mientras la casa común de todos se desvencija y amenaza ruina.
Y, por último con este clima que describimos, está mucho peor y más lejos de solución la crisis económica que padecemos por cuanto una crisis política como la que vamos a atravesar supondrá una merma de energía y arrestos para enfrentarnos con decisión a los retos que los mercados nos van a plantear un día tras otro.
Al contemplar este panorama ¿no resulta de todo punto imprescindible señalar como principales culpables de esta situación inicialmente al Sr Maragall y, siempre y hasta el final, al Presidente Rodríguez Zapatero? Sí, de alguna manera el socialismo español nos ha metido en este callejón sin salida, sin ningún motivo especial excepto sus meros cálculos electorales y su proyecto político de corto plazo y vuelo raso.
Zapatero siempre creyó que aislando y marginando al Partido Popular de la vida política nacional y asegurándose el granero importante de votos de Cataluña, se garantizaría el poder por mucho tiempo. La realidad hoy es muy distinta porque el Partido Socialista, cada día más, se hunde en las encuestas. Pero, en cualquier caso, ocurra lo que ocurra en su día, dejará a su sucesor una herencia política de incalculable dificultad y por la que tendremos que pagar todos los españoles un alto precio.
*El análisis pormenorizado en términos jurídicos no es posible efectuarlo sino cuando se conozca la sentencia completa del Tribunal Constitucional.